El Cerrito, Colombia

Aquél que es vallecaucano

Ha de comer pan de bono,

degustar el cuaresmero,

tradicional y sabroso,

una empanada caliente,

el pan salido del horno

el manjar blanco, natilla,

y por supuesto, el sancocho.

No le falta un buen arroz:

el blanco es apetitoso

y no es raro el adornarlo,

con verduras, papa y coco,

pan de yuca y atollado,

que es platillo esplendoroso.

La yuca se come siempre

y el mango no viene solo

pues lo acompañan, sin duda,

un banano delicioso

frescas uvas, mil naranjas

y cien chontaduros rojos.


Conoce muy bien sus pueblos,

regiones y municipios.

Cali, la gran capital

marcha, orgullosa, al principio

seguida de los vallunos:

El colonial Roldanillo;

El asoleado Cartago;

La Unión, que sirve buen vino;

Buga, con su gran basílica

y cuna de ricos guisos;

la tan señorial Palmira,

que tiene un templo magnífico;

y en el mar, Buenaventura,

con su buen pescado frito.

Mas, ¿Cómo olvidar, hermano

a nuestro pueblo querido?

Es donde vive María

en la Hacienda Paraíso,

el de un verde incomparable,

la tierra de don Ramiro,

el pueblo de los Roldán,

el entrañable Cerrito.


Tiene este pueblo valluno

viejos y apacibles barrios

calles que dan alegría

donde se come el mecato

y árboles fuertes que cuidan

cual portentosos soldados

la belleza inigualable

de este rincón colombiano

cuna de gente risueña

que tiene, por gran regalo,

el orgullo indiscutible

que no puede ser negado

de saberse cerriteño

y de ser vallecaucano.