Los sonetos siguientes tienen idénticos cuartetos pero distintos finales.

El primero está inspirado en una magnífica y reveladora anécdota que leí en la iglesia (2005).


Cargo mi cruz

Encomiéndome a Ti, desesperado.  

Cargando yo mi cruz, voy sin aliento.  

Aflige a mi vivir tal sufrimiento  

que busco tu presencia, acongojado.  


Quiero dejar mi cruz aquí a tu lado  

y mis penas así lanzar al viento!  

En Ti, poder fijar mi pensamiento  

y dejar mi dolor en el pasado!  


Y entonces dice Dios, "Muy bien hiciste.  

La cruz te he de cambiar, hijo querido.  

De las cruces que ves, cualquiera escoge."  


La más pequeña cruz el hombre coge.  

Va feliz cuando Dios dice a su oído,  

"Esa cruz es la misma que trajiste".  



Cargo mi cruz

Encomiéndome a Ti, desesperado.  

Cargando yo mi cruz, voy sin aliento.  

Aflige a mi vivir tal sufrimiento  

que busco tu presencia acongojado.  


Quiero dejar mi cruz aquí a tu lado  

y mis penas así lanzar al viento!  

En Ti poder fijar mi pensamiento  

y dejar mi dolor en el pasado!  


Al pensar, Jesucristo, hoy en tu muerte  

Admírome, mi Dios, de tu suplicio,  

y lloro al contemplar tu sacrificio.  


Yo  debo así, Jesús, agradecerte  

por tu cruz, que es más grande que la mía.  

Esa cruz, mi Señor, que es mi alegría.