.Sorpresa agradable fue, por ejemplo, oír decir a Jack Walker que las primeras óperas de Wagner fueron “italianas”. Se refiere mi admirado y apreciable amigo no al idioma en que fueron escritas, sino al estilo que el joven Richard usara en aquellas épocas y que poco tenía que ver con el inimitable sonido Wagner. Las diez grandes son El Holandés Volador, Tannhauser, Lohengrin, Tristán e Isolda, Los Maestros Cantores de Núremberg, El Oro de Rín, La Valquiria, Sigfrido, el Ocaso de los Dioses, y Parsifal. Entre las anteriores está Rienzi, de la que—como en casi todas las demás—conozco solo la obertura. Esta última fue magistralmente interpretada por la banda y por la orquesta de la escuela de Ani--Mac Arthur High School—bajo la incomparable dirección del profesor John Goforth. En las dos ocasiones Rienzi fue premiada por un cerrado aplauso de un público que emocionado no pudo quedarse en sus asientos y de pie agradeció a los jóvenes y talentosos músicos su dedicación y pasión. Fue el queridísimo profesor Goforth quien también dirigiera con una enérgica y altiva batuta la brillantísima Barras y Estrellas, marcha que yo categorizaría como la mejor de toda la historia, seguida muy de cerca por la Radetzki y por cinco o seis del celebérrimo portugués americano John Philip Sousa, de tan gratísima memoria.
Nunca deja de sorprenderme Jack Walker, quien con su innegable sapience afirma que Carmen es una típica ópera italiana, a pesar de haber sido escrita por un francés y estar cantada en tan romántica lengua. El estilo de Carmen no tiene nada de francés, sino que emula a los italianos contemporáneos a Bizet.
Regresemos a la estación de radio. Otro regalo inesperado fue el oír los últimos tres minutos de una pieza coral, con acompañamiento orquestal y de piano, que me sorprendió por su extraordinaria alegría, fuerza, e incuestionable condición de Daniel Baremboim. Y grande era su compositor. Ansioso esperé a que terminada la pieza, Randy Anderson, decano de los cronistas de música clásica de San Antonio, con sosegada y suave voz exclamara “Beethoven: Fantasía Coral”. Debí haber adivinado que era Beethoven el autor de tan monumental triunfo dado que algo de la Novena Sinfonía se puede encontrar en la Fantasía. Sabemos que en su afán de agradar al público, en Diciembre de 1808, el gigante de Bonn ofreció en Viena un increíble concierto que incluyó las sinfonías Quinta y Sexta, el Concierto #4 para Piano, varios movimientos de una de sus misas, y el estreno de la Fantasía Coral. Beethoven, maestro de los finales, compuso un majestuoso cierre de la Fantasía. Lo que empieza con piano solo, cobra fuerza y emotividad al incorporársele metódica e incesantemente la orquesta, el coro, y las voces de varios solistas. Gracias a avances tecnológicos que sobrepasan mi corto entendimiento, experimenté la dicha de encontrar una grandiosa interpretación de la Fantasía, con el argentino Daniel Baremboim al piano y dirigiendo la formidable y distinguidísima Filarmónica de Berlín. Baremboim nació en Argentina en 1942 y tiene pasaportes argentino, español, e israelí. Causó revuelo este extraordinario pianista y director en Israel por ser el primero en tocar música del antisemita Wagner, que sin estar explícitamente prohibida en ese país, era considerada tabú.
Hay escritos que fluyen en forma lineal. Empiezan en un lugar, siguen su recorrido en forma lógica y directa, y terminan donde deben terminar. Este que el amable lector me hace el gran favor de leer no es uno de ellos. Me permito tomar una licencia literaria—quizás porque nunca he pretendido ser escritor— y regresar al tema de la mirada intrépida del ilustrísimo Franz von Suppe. Estupor me causó el saber que quien yo creía ser tan teutón como los más tudescos, fuese en realidad un orgullosísimo croata, y con nombre de pila Francesco Suppé Demelli. Este fue quien regaló al mundo la vibrante Obertura Poeta y Campesino, pieza que yo intentara tocar en mi juventud (y a veces también ahora, aunque muy pobremente) y que alguna vez tuve el atrevimiento de interpretar por radio en la estación de Fortín auspiciado por el profesor Centurión y su trío. Seguramente nos habrá acompañado a Fortín nuestro amigo de toda la vida, el recordado Profesor Trujillo, amigo de la familia de toda la vida.